

Michoacán
Arte plumario de Michoacán, la sombra de los dioses
Una práctica llena de historia, conoce más sobre este tipo de arte y la manera en que se ha logrado adaptar a través de los años.
Descubre los majestuosos tocados elaborados con plumas de aves exóticas y su importancia prehispánica. Existe un lugar artesanal en donde podrás adquirir una excelente obra de arte que, a mi parecer, es la joya máxima del arte prehispánico. Conocido como “Arte plumario”, se elabora en Tlalpujahua, Michoacán.
El arte plumario es toda aquella obra elaborada a base de plumas de aves bajo una técnica que se ha desarrollado en todas partes del mundo, pero en especial en el continente americano. Ya que las poblaciones ancestrales amerindias, con su rica cultura, han buscado por muchos años el contacto con la naturaleza.
Recordemos que los indios amazónicos decoraban sus vestimentas con plumas para hacer sus rituales y danzas. Los apaches de Norteamérica y los cuervos, conocidos como indios americanos, utilizaron las plumas de águilas y otras aves para hacer sus tocados y pendientes.
Raíces del arte plumario de Michoacán
Las plumas en México también han sido muy importantes en las diversas culturas que se desarrollaron en Mesoamérica. Desde la aparición de las culturas como la tolteca, en donde eran símbolo de poder y belleza.
Para los aztecas, esos maravillosos “tocados” elaborados con pluma de Quetzal, fueron usados por sus antiguos gobernantes prehispánicos. También los mayas utilizaron las plumas de esta hermosa ave combinándolas con arreglos de jade y obsidiana.
Para los prehispánicos, las aves como el quetzal eran sagradas ya que tenían la capacidad de volar y estaban asociadas a los dioses.
Principalmente, Quetzalcóatl, Dios del viento (cuyo nombre significa serpiente emplumada); Huitzilopochtli, asociado con el sol (se refería al colibrí del sur); y la Coatlicue o madre tierra, que fue preñada con una bola de plumas y algodón que cayó del cielo.
También las plumas sirvieron de ofrenda para los dioses, formaban parte del tributo y del comercio en las zonas de Michoacán, Estado de México y Tlaltelolco. Siendo este último, el lugar en donde se llevaba acabo el famoso tianguiztli (el precursor de los tianguis o mercados sobre ruedas).
Cuyas actividades comerciales se desarrollaban con el intercambio de esclavos, alimentos, animales y demás productos que competían con los artículos de lujo como lo eran las piedras preciosas y las plumas de aves.
Más que decoración, portaban honor
Dentro del reino de los Aztecas, el auge o esplendor del arte plumario de Michoacán se remonta hacia el reinado del tlatoani mexica Ahuitzotl. Gobernó de 1486 a 1502, en esa época se utilizaban prendas de esta técnica que permitían distinguir las clases sociales, religiosas y de poder.
Se utilizaban los copillis o penachos para las danzas, cada pluma se ganaba con las luchas que enfrentaban los guerreros o capitanes. Las portaban como símbolo de respeto, sabiduría y dignidad.
Un sector importante dentro de la sociedad azteca eran los artesanos del arte plumario conocidos como Amantecas. Provenientes de Amatlán, barrio de Tenochtitlán y lugar donde se concentraban estos creadores independientes y respetados por toda la sociedad.
Estos artesanos utilizaban diferentes variedades de plumas de aves como colibríes, papagayos, quetzales, tordos, loros, garzas, patos, águilas, zacuas, cucos y demás pájaros provenientes de todas partes de mesoamérica.
Los amantecas transformaban las vestimentas de los guerreros y personas nobles que gustaban decorar sus atuendos con las plumas naturales de diversos colores como el azul, el verde, el blanco y el amarillo.
Las piezas prehispánicas se elaboraban sobre bases de fibra vegetal (pencas de maguey). Trazaban el dibujo sobre hojas y después lo recubrían con plumas pegándolas con una resina llamada “Tzahuitli”, que se obtenía de cierta orquídea silvestre.
Arte en la Colonia
Para el siglo XVI, los españoles quedaron asombrados al ver los diversos objetos de arte plumario. Estos eran trabajados en mantas, huipiles, ropa, brazaletes, capas, tocados, abanicos, ceñidores (correas para la cintura), escudos para el pecho y vestiduras ceremoniales.
Las doncellas causaron un inmenso asombro a los conquistadores al verlas ataviadas de plumas, y qué decir de los caballeros “águila” ¡vestidos de aves de rapiña!. Según las crónicas de Fray Bernardino de Sahagún, los prehispánicos tenían dos técnicas de arte plumario: la del mosaico pegado y la del trabajo enlazado.
Fue tan bien vista esta habilidad prehispánica, que los misioneros agustinos y franciscanos retomaron los trabajos de arte. Pidieron a los indígenas elaborar piezas de arte plumario con temas religiosos con la finalidad de usarlas como medio de catequización.
Estas imágenes eran traídas de España, aprobadas previamente por las autoridades del Concilio de Trento. Así, las imágenes de Cristo, Vírgenes y Santos fueron representadas en plumaria por los mexicas, tlaxcaltecas y purépechas.
Estos Mosaicos, objetos y vestimentas con temas religiosos elaborados por manos anónimas, se enviaron a Europa y actualmente se encuentran en galerías, museos o colecciones particulares.
Diversidad de materiales en cada diseño
Aparte del quetzal y el guajolote, otras aves utilizadas para resaltar el colorido fueron el pavo real y el colibrí, con el fin de destacar los tonos brillantes y tornasoles. Las garzas para los colores rosa y blanco, los loros y guacamayas para los tonos verdes. El zacuan (ave costera) y el tucán para el amarillo, el pájaro vaquero para el café y del ayacuan se obtenía el negro.
Otro material nuevo que sirvió como soporte en lugar de las pencas del maguey fue la lámina de cobre, que se acompañaba de “encarnaciones”. Nos referimos a un papel europeo pintado de color carne que servia para hacer el terminado de las manos, pies y cara de los personajes.
Con el tiempo la elaboración de estas piezas del arte plumario fue mermando, ya que muchas aves se vieron en peligro de extinción a causa de la depredación. Para el siglo XX se utilizaron plumas teñidas de gallina, guajolote y codorniz.
Hoy en día, las plumas de aves que se utilizan provienen de la muda natural de los canarios, tucanes, pavorreales, periquitos australianos, faisanes, pericos y patos.
En México las raíces prehispánicas del arte plumario tienen representantes en Tlalpujahua, Michoacán y en la Ciudad de México. Sería exagerar si aseguramos que hay más de 50 personas en la actualidad dedicadas al arte plumario.
¡El arte plumario de Michoacán aún vive!
Algunos representantes de los amantecas son: El maestro Gabriel Olay Olay, su hijo Luís Guillermo Olay y Eliseo Ramírez Guzmán. Todos ellos promotores y maestros que han hecho de la pluma un arte que los ha llevado al reconocimiento nacional e internacional.
Así que si te ha gustado este tema, anímate a ir a Tlalpujahua en Michoacán y adquiere una obra de este estilo, además podrás aprender la técnica. Ahora que si sólo quieres apreciar los diferentes trabajos de mosaico pegado, puedes ir a los museos de nuestro país.
Te recomendamos el Museo de Arte, El Soumaya, El Franz Mayer, el Museo Guadalupe en Zacatecas y el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlán, Estado de México.
Si mas bien deseas ver la técnica prehispánica del arte plumario enlazado, acércate al Museo Nacional de Antropología y podrás apreciar el majestuoso Penacho de Moctezuma. Replica del original que se encuentra en el Museo Etnológico de Viena, Austria.
No dejes de descubrir las técnicas artísticas ancestrales de nuestro país, y #NuncaDejesDeViajar.
Michoacán
TOCUMBO, el pueblo que CREÓ a la HELADERÍA la MICHOACANA
Con un origen incierto, esta heladería es un icono nacional imposible de ignorar, donde posiblemente todos hemos sido testigos de su sabor.

El calor es algo que todos hemos sufrido alguna vez en la vida… En la escuela, el trabajo, las calles… no sentir los estragos de las altas temperaturas es casi imposible; sin embargo, existe una forma muy común para combatir el calor, y se llama helado. Los helados han sido una parte muy importante de la cultura mexicana, y más si hablamos de la famosa heladería La Michoacana. Quien no conoce una, seguramente no es mexicano, y quien la conoce, entonces debe de conocer la historia de Tocumbo…

TOCUMBO: Un delicioso DESTINO
Al noroeste del estado de Michoacán, colindando con Jalisco, se encuentra un pequeño municipio llamado Tocumbo, conocido como “La Cuna Mundial de la Paleta”, y también “La Cuna de la Michoacana”. Este encantador pueblo es conocido por la elaboración de paletas de hielo, helados y aguas frescas, y sin duda alguna es un destino que no te puedes perder.

Aquí, los famosos “helados de palito” (como se les conoce a las paletas en Tocumbo) fueron la sensación y salvación del pueblo, gracias al paletero Rafael Malfavón Andrade, mejor conocido como “El Arrapato”. Su contribución al municipio fue enorme, ya que gracias a este visionario hombre la prosperidad llegó a Tocumbo. Toda esta historia se remonta a finales de los años 30, donde la elaboración de las primeras paletas de Rafael comenzó a verse por las calles.

Se dice que salía a vender su producto en cajas de madera, recorriendo las calles de Tocumbo y pueblos cercanos cabalgando a un tierno burro. Esta dinámica se mantuvo así por un tiempo, pero, con buen corazón, Rafael decidió enseñar este oficio a algunos jóvenes del municipio, creando empleos y evitando la pobreza que abundaba en la población.

Donde la HISTORIA se PARTE
Desafortunadamente, tanto el origen del nombre de “La Michoacana” como la veracidad de la historia son inexactos; incluso, las páginas oficiales de la heladería dejan la historia por la mitad. Entre las muchas versiones que existen, se dice que Ignacio Alcázar Pulido, un empleado de Rafael, le robó dinero y se fue a la Ciudad de México, instalando una heladería a un lado de la cárcel de Lecumberri, la cual se llamaría La Michoacana.

Otros dicen que “El Pinabete”, un aprendiz de Francisco, fue el que dibujó a la guare (la niña de La Michoacana) y la utilizó en sus propias heladerías. De ahí, una joven licenciada de mercadotecnia se la llevó a Jalisco, haciéndola famosa. También se dice, que entre los pobladores de Tocumbo se apoyaron realizándose préstamos para que todos pusieran sus propias paleterías.

Después de eso, tanto el nombre de La Michoacana como el logotipo fueron registrados por diferentes paleteros al pasar del tiempo. Después surgieron otros nombres, como La Flor de Tocumbo o La Flor y Fuente de Michoacán. Al final, queda claro que salió de Tocumbo, Michoacán.

Y a pesar de que Tocumbo se autonombró como el pueblo creador de la paleta de hielo, en Jalisco existe un pueblo conocido como Mexticacán, que igual se autonombró como la cuna de la paleta… Curiosamente, ambos pueblos están a tan solo 4 horas uno del otro.

SABOR llegando a todos LADOS
Actualmente, es reconocido como un destino turístico para los amantes de los postres fríos. Y es que aquí se realizan tours guiados por la propia organización de paleteros, donde se habla un poco más a detalle sobre los orígenes y leyendas del lugar.

Por otro lado, La Michoacana es la heladería más reconocida de México. Se estima que hay entre 8,000 y 15,000 michoacanas solo en el país, y unos 80 locales más a nivel internacional. Y es que, con más de 120 sabores de helados y paletas, y presumiendo que sus productos son hechos con un 70% de fruta natural, era obvio que La Michoacana tenía que ser la primera opción para combatir el calor.

Por cierto… tiempo después, los pobladores de Tocumbo organizaron la Feria de la Paleta, donde a finales del año, paleteros y heladeros del municipio se reúnen para honrar a la paleta. Se realizan conciertos, concursos de la mejor paleta e incluso espectáculos de fuegos artificiales.

Gracias a esta feria, la población pudo financiar la construcción del Templo del Sagrado Corazón de Tocumbo… el patrón de los paleteros. Su construcción estuvo a cargo del arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, el mismo arquitecto del Estadio Azteca y el Museo de Antropología.

Así que ahora lo sabes, el sabor de La Michoacana es indiscutible, y a pesar de tener un origen incierto, algo sí nos queda claro: es una creación 100% mexicana… ¿Te animarías a conocer Tocumbo? ❖

#NuncaDejesDeViajar
Michoacán
LA PROCESIÓN DE LOS CRISTOS: una NOCHE SANTA en Tlalpujahua, MICHOACÁN
Durante Semana Santa, en el pueblo de la eterna Navidad, podrás vivir desde la procesión de los Cristos hasta la famosa quema de Judas… ¿Quieres saber por qué?

Tlalpujahua de Rayón, en Michoacán, no sólo se conoce por ser el pueblo de la eterna Navidad, pues va más allá de sus creaciones y decoraciones navideñas. Y es que aquí existen tradiciones que han perdurado de generación tras generación; que siguen vivas y no se olvidan… y una de ellas es la Procesión de los Cristos.

¿Qué es la PROCESIÓN DE LOS CRISTOS?
La procesión de los Cristos es una manifestación religiosa de fe, devoción e identidad para los tlalpujahuenses. Es una costumbre con casi 200 años de historia en la que más de 30 imágenes de Cristo y sus Dolorosas (Vírgenes María) de todas las iglesias aledañas son llevadas al Santuario de Nuestra Señora del Carmen, ubicado en el centro de Tlalpujahua. Ahí permanecen unos cuantos días. Por lo mientras, se realizan otras festividades.

Esta procesión sucede el miércoles antes de cada Jueves Santo, y es acompañada de la comunidad de feligreses, que con rezos, cantos y velas recorren las calles principales del Pueblo Mágico de Tlalpujahua. Todo esto se realiza alrededor de las 06:00 p.m., cuando las imágenes comienzan a salir de sus parroquias, entre el sonido de campanas que anuncia el comienzo de la Procesión de los Cristos.

Es importante mencionar que, usualmente, los hombres son quienes cargan a los Cristos; por su parte, las mujeres son las encargadas de llevar a las Dolorosas (Vírgenes María).

¿De DÓNDE SURGE esta tradición?
Según se cuenta, la Procesión de los Cristos se comenzó a dar a conocer allá por el lejano 1730, cuando el Dr. Don Felipe Neri Valleza, un juez eclesiástico (juez religioso), recogió el testimonio de la gente de Tlalpujahua y alrededores.

En sus escritos, se revelan las primeras crónicas que hablan sobre mayordomos y cargueros (personas dedicadas a llevar cargas). Ellos rendían culto a las imágenes de Cristos crucificados y a la Virgen María. Parte de su devoción la representaban cargando estas figuras por las calles de Tlalpujahua, para pedir calma de epidemias, buen clima y otros beneficios comunitarios.

Otra parte importante de la Procesión de los Cristos son los encapuchados. Un grupo de personas que realizan la procesión totalmente tapado, haciendo referencia a la penitencia y arrepentimiento por sus pecados. La tradición de ir encapuchado surge hace casi 100 años, dando como origen al Cristo del Señor del Monte.

JUEVES SANTO: el PRENDIMIENTO de Jesús
Después de la Procesión de Cristos, el jueves de Semana Santa, se lleva a cabo la marcha pretoriana por el grupo de fariseos, que salen del monumento Hermanos López Rayón. Este grupo recorre las calles del pueblo y, posterior a ello, se reúnen en el Jardín, en donde el Centurión les ordena buscar y capturar a Jesús.

Así se da comienzo a la representación del Prendimiento de Jesús en la Plazuela. Termina con la procesión de la imagen de Jesús de Nazareth, quien ha sido capturado y vendido, saliendo del atrio de la parroquia para recorrer las calles principales del pueblo. Esta representación puede realizarse tanto por el día como por la noche.

SÁBADO DE GLORIA: la quema de JUDAS
Por la mañana, los fariseos recorren las calles buscando a Judas, personaje caracterizado por una túnica amarilla, máscara negra y cabello rubio. Es perseguido por los fariseos hasta el cerro de Trigueros, donde lo cuelgan, y después es bajado en una camilla de madera con flores, para recorrer las calles de Tlalpujahua hasta la explanada de la parroquia Nuestra Señora del Carmen.

Una vez abierta gloria el sábado, finalmente termina la Procesión de los Cristos. Cada una de las imágenes puede regresar a su respectiva capilla. Algunos Cristos son acompañados de encapuchados, entre música, cuetes, confeti y fiesta. Sus capillas los reciben entre tapetes de aserrín, cuetes y misas.

¿Por qué VISITAR la PROCESIÓN DE LOS CRISTOS?
La Procesión de los Cristos es un evento que llena de luz las calles enteras de Tlalpujahua. Y seas creyente o no, es una buena oportunidad para poder ver algo de arte sacro, pues tienes que saber que muchos de los cristos que son sacados de sus capillas se remontan a siglos pasados. Está el ejemplo del Señor de los Carrillos, una figura de tamaño real elaborada con pulpa de caña de maíz, que data del siglo XVI.

También está el Cristo de Zapateros, una de las figuras más longevas de todo el pueblo de Tlalpujahua. Muchos habitantes donan limosnas para que pueda participar en la Procesión de los Cristos.

Los tlalpujahuenses te invitan a vivir la Semana Santa y sus tradiciones, que se disfrutan más entre sus calles empedradas, su arquitectura pintoresca y con un ambiente lleno de tradición y cultura. ❖

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Artesanías
Santa Clara del Cobre: Martillos que hacen historia
Con cada golpe de martillo, el cobre se transforma en una obra de arte única. En Santa Clara del Cobre, los artesanos, herederos de una tradición milenaria, dan vida al metal con sus manos expertas. Un proceso que fusiona la fuerza del fuego, la precisión de los movimientos y la magia de la creatividad.

En lo profundo del estado de Michoacán, México, se encuentra Santa Clara del Cobre. Este Pueblo Mágico es conocido por mantener vivas las ancestrales tradiciones de la orfebrería de cobre. El arte de trabajar el cobre en esta región tiene raíces en la cultura purépecha que datan de hace más de 800 años.
Fuego y metal: La alquimia purépecha
Los purépechas, una de las civilizaciones más avanzadas de Mesoamérica, perfeccionaron técnicas metalúrgicas únicas. El cobre no solo era funcional, sino también ceremonial y estético. En manos de hábiles artesanos purépechas, este metal era transformado en herramientas, ornamentos y objetos rituales que reflejaban la importancia del fuego como elemento sagrado.
El fuego, considerado una fuerza vital y un símbolo de poder, siempre fue central en la vida de los purépechas. El uso del cobre, moldeado y creado con el empleo del fuego, era una manifestación tangible de su reverencia por este elemento. Trabajar el cobre se convirtió, así, en un arte sacro que simbolizaba la conexión entre los dioses y los humanos.
Fuego y martillo
Hoy en día, Santa Clara del Cobre sigue siendo un baluarte de esta técnica ancestral. Al caminar por sus calles adoquinadas, los sonidos rítmicos de martillos golpeando el cobre resuenan como una melodía que trasciende el tiempo. Los talleres, modestos pero llenos de historia, son el lugar donde los maestros artesanos dan vida al metal con gran habilidad y paciencia.
El proceso artesanal es fascinante. Primero, se funde el cobre en hornos rudimentarios, alcanzando altas temperaturas que dan al metal su maleabilidad característica. Luego, los artesanos lo trabajan hasta darle forma, martillando con precisión para crear texturas y diseños intrincados. Cada golpe de martillo en el cobre ardiente es una coreografía de fuerza y delicadeza, de conocimiento ancestral y creatividad contemporánea.
Feria Nacional del Cobre: La fiesta del metal
Uno de los eventos más destacados es la Feria Nacional del Cobre, un festival anual que celebra la excelencia artesanal del pueblo. Durante esta feria, puedes presenciar demostraciones en vivo, participar en talleres y adquirir obras maestras de cobre directamente de los artesanos.
Otro evento significativo es la festividad del Fuego Nuevo Purépecha (Kurhíkuaeri K’uinchekua), una ceremonia ancestral que honra el ciclo agrícola y la renovación del fuego sagrado. Durante esta festividad, se enciende una gran hoguera en la plaza central, un espectáculo que simboliza purificación, renacimiento y continuidad de la vida.
Vuela a la tradición
Para visitar Santa Clara del Cobre y explorar su rica tradición en la orfebrería del cobre, una opción segura y eficiente es viajar con Aeroméxico. Primero, toma un vuelo hacia el Aeropuerto Internacional General Francisco J. Mujica (MLM) en Morelia. Esta ruta dura aproximadamente una hora.
Al aterrizar en Morelia, puedes continuar tu viaje por carretera, con Autotur, recorriendo cerca de 100 kilómetros hasta llegar a Santa Clara del Cobre en un trayecto que toma alrededor de dos horas más. Con esta combinación de vuelos y viaje terrestre podrás disfrutar de los encantos inigualables y la magia artesanal que ofrece este destino al alcance de tus manos.
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