Portland es una ciudad llena de encantos que si te descuidas te puede enamorar enseguida. Su naturaleza abraza la ciudad y uno de los puntos en donde puedes ser testigo de ello es en la casa-Mansión Pittock en Oregón
Así es, una hermosa mansión la cual parece haber salido de una novela antigua, aquella en donde se vivieron historias de riqueza, de enfermedad, de opulencia y de traición.
Mansión Pittock en Oregón: El sueño de un hombre de negocios
La Mansión Pittock en Oregón fue el sueño hecho realidad de un hombre que llegó buscando fortuna a Portland sin un centavo.
Uno de los pioneros de la ciudad, Henry Pittock se convirtió en el propietario del periódico The Oregonian allá por el año 1860.
Junto con Georgiana Burton, su esposa, iniciaron una vida dedicada al trabajo y a la familia.
Negocios de familia
Tenían negocios bancarios, de bienes raíces, barcos de vapor, ferrocarriles, granjas de ovejas y hasta minas de plata. Todo a base de mucho esfuerzo.
La mansión Pittock en Oregón fue un encargo que Herny le hizo a un arquitecto a principios del siglo XIX.
La idea era compartir una casa con los servicios más exclusivos de la época para el confort de los dueños y otros ocho miembros de la familia.
¿Cómo se planeó la residencia?
La mansión incluía instalaciones modernas como sistemas de intercomunicación, telefonía e iluminación indirecta.
Así como aspiración centralizada, calentadores de agua automáticos, elevador y hasta su propia lavandería.
Además de lo anterior, contaba con radiador de vapor, termostato en las paredes y una caldera de petróleo que mantenía caliente la mansión; por lo tanto, las siete chimeneas eran meramente de adorno.
¿Te imaginas esta maravillosa residencia levantada en el centro de Portland, pero a 300 metros de altura?, Se podía ver la toda la ciudad como si fuera un castillo que dominara a su pueblo.
Mansión Pittock en Oregón
La propiedad de 1,486 m2 contaba con 5 enormes recámaras principales, más otras cuatro dedicadas al personal de servicio.
Además, dos porches para dormir, una cochera para tres autos, un invernadero y una cabaña conocida como “la casa del conserje”, de estilo italiano.
Los habitantes de Pittock Mansion
Henry y Georgeana junto con la familia se mudaron en 1914. Su hija Kate y su esposo se establecieron en el ala sur; la hija Lucy ocupó el ala oeste junto con su esposo, dos niñas y un bebé.
También se fueron ahí a vivir dos adolescentes, sobrinas de Georgiana, quienes habían quedado huérfanas. Además de todos ellos, una sirvienta y un cocinero de planta, vivirían en la casa de la colina.
La residencia era toda una belleza y una oposición para la arquitectura de esa época, contaba con influencias medievales y neorenacentistas de corte francés.
La vida de los Pittock
El uso de maderas obscuras, sobre todo en la biblioteca, era el lugar favorito de la familia, se sentían tan cómodos que todas las tardes se reunían para leer, platicar, tejer y armar rompecabezas.
Como la familia era aficionada a la música y patrocinaban eventos y conciertos en Portland, tenían un exclusivo piano Steinway del siglo XVII hecho con madera de palo de Rosa.
Las Hijas de los Pittock quienes habían estudiado en el Conservatorio de Música de Pittsburgh, se encargaron de enseñar a sus hijos la costumbre de tocar piano para que siempre hubiera música, en el salón destinado a ello.
Recorrido por la Mansión Pittock en Oregón
En un recorrido podrás todavía ver algunos muebles de época, pero debes saber que tanto utensilios, ropa y mobiliario marcados con una “P”, significa que son objetos originales de la familia.
Hay varias evidencias fotográficas que muestran cómo se veía todo en aquella época cuando la mansión se encontraba ocupada por la familia Pittock.
La Mansión Pittock se volvió museo
Otras familias ricas de Portland donaron muebles para esta casa a partir de que se convirtió en museo.
Los museógrafos y curadores de la casa-museo han hecho un gran trabajo para que tu tengas un viaje al pasado. Basta con llegar, pagar tu entrada y escuchar una visita guiada con los voluntarios.
Debes hacer una parada en el salón turco, el cual se utilizaba después de la cena cuando los hombres se retiraban a fumar y beber, mientras que las mujeres se disponían a platicar, una costumbre de aquellas épocas.
Más del primer piso
Hay un comedor que se utilizaba para reuniones formales, las comidas cotidianas se hacían en el desayunador.
Por su parte la cocina contaba con aparatos eléctricos y de gas, ambos de vanguardia. Tenía un piso de goma de 8 mil piezas, ideal para caminar y no derraparse.
Alimentos de la Mansión Pittock
La bodega estaba repleta de alimentos enlatados que los proveedores entregaban a domicilio.
Era una costumbre moderna y saludable; entonces, frutas, verduras y pescados (como el salmón) llenaban las alacenas de la bodega.
Por su parte la cámara frigorífica era un lujo que solo los hoteles podían usar, en esta mansión se contaba con este refrigerador Westinghouse con una puerta gruesa y tres capas de vidrio aislante.
Segundo Piso
Para ver la segunda planta debes acceder por la hermosa escalera de caracol mientras admiras los candelabros. También podrás tomar el elevador, no algo común en aquellos tiempos.
Llegar al segundo piso es entrar a los espacios íntimos de la familia; verás las recamaras de los familiares con las comodidades propias de las épocas.
Los megáfonos que se colocaban junto a la cama para estar en contacto con la servidumbre.
Un increíble sistema de regaderas
Y qué decir de los baños los cuales muestran sus mosaicos blancos con la idea de detectar cualquier germen o mancha, esto facilitaba las labores de limpieza. El sistema de ducha es otra cosa que no te puedes perder.
Las perforaciones en la tubería horizontal rociaban el cuerpo en todos los angulos, habia un dispensador de champú que descedia del techo y otro de bidé que rociaba desde el piso.
Mansión Pittock en Oregón
Dos regaderas más a la altura de la cintura fungían como masaje de agua en el área del hígado y los riñones.
Contaba con una manija de “prueba” para que el dedo del pie fuera el primero en saber si la temperatura del agua era la indicada.
Otras habitaciones
Los porches para dormir son espacios abiertos que en esa época eran necesarios por la epidemia de tuberculosis.
Los médicos los recomendaban como habitaciones con donde entraba aire y sol, además cubrían de la lluvia y el rocío.
Ciertamente conocer la habitación de Henry, la de Georgiana, el baño principal es todo un suceso y un viaje al pasado, no te pierdas cada detalle de la decoración de sus aposentos.
Una familia altruista
La sala de costura, el salón social, la recamara del niño y la sala de escritura son otros encantadores espacios que no te debes perder, además de los encantadores jardines que rodean la mansión.
Debes saber que cada miembro de la familia Pittock tenía sus propias aficiones y ayudaban a la comunidad de Portland a través de distintas fundaciones, organizaciones de caridad y grupos sociales.
Fundaron también la Sociedad de las Rosas de Portland junto con sus festivales y conciertos. Si tienes oportunidad no te pierdas el hermoso Jardín de las Rosas, uno de los más completos del mundo.
La familia de la Mansión Pittock en Oregón
Henry y Georgeana murieron cuando habitaban esta mansión. La familia ocupó la casa por más de 50 años hasta que quedó vacía en 1958 con los últimos herederos.
Una vez vendida, la Mansión Pittock estuvo vacía y unos años después, una terrible tormenta la azotó. La casona sufrió serios daños que estuvo a punto de ser derrumbada por las inmobiliarias.
El gobierno de Portland, compró la casa como parte del patrimonio histórico de la ciudad, para que, poco tiempo después se convirtiera en un encantador museo en medio de una colina boscosa.
El sueño de ser dueño
Si tienes planeado visitar Oregón debes llegar a esta mansión y escuchar la gran cantidad de historias y leyendas de la familia Pittock. Quizá veas a más de una persona que desearía ser dueña de este lugar.
Además de ser testigo de un pasado opulento, quizá puedas descubrir algunos secretos que no han sido revelados.
Por lo tanto dedícale una tarde a visitar esta casa-museo y recuerda #NuncaDejesdeViajar