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La leyenda del Pozo de las Cadenas, en Tecate.

PORTADA Leyenda Pozo de las Cadenas

PORTADA Leyenda Pozo de las Cadenas

En el pueblo solitario de Tecate, muy cerca de la frontera mexicana, en tiempos de la Revolución, vivía un matrimonio sencillo y trabajador que no tenía hijos. El hombre cultivaba la tierra, mientras la mujer se ocupaba de la casa.

En ese entonces, el pueblo donde vivían era muy pequeño y los caminos eran pura tierra seca que levantaba un polvo que te dejaba ciego. Eran tiempos difíciles, de guerra y violencia, y y los viajeros eran presa fácil de los bandidos.

Leyenda del Pozo de las Cadenas. Foto-Web

Un día, unos hombres que andaban por el desierto tenían sed. Habían caminado muchas horas bajo el sol, que era muy fuerte. Cuando vieron al señor trabajando en su parcela, se acercaron.

—¡Buenas tardes! —dijeron.

—¡Buenas tardes! —contestó el señor, dejando su trabajo y secándose el sudor—. ¿Qué les trae por acá?

—Estamos buscando fortuna —respondió uno de los hombres—. Vamos a Tijuana.

—Pues aún les queda mucho camino —dijo el señor.

—Lo sabemos, pero tenemos sed, ¿no tiene un poco de agua que nos regale? —preguntó uno de los extraños.

—¡Caray!, me acabo de tomar el último trago —respondió el campesino—. Pero si no tienen prisa, mi casa está cerca y tengo un pozo.

—Pues vamos —dijeron los hombres.

La historia del Pozo de las Cadenas. Foto-Web

El señor se levantó de un salto y dejó sus cosas a medias. ¡Qué alegría! No era muy habitual que alguien pasara por el humilde rancho, y siempre era un gusto tener compañía. Además, así podría enterarse de las últimas noticias de fuera.

Llevó a los hombres hasta su casa. Cuando llegaron, les presentó a su esposa, que los saludó con amabilidad y no sólo les ofreció agua, sino también de comer.

Forajidos. Foto-Web

Los hombres comieron y bebieron como si no hubieran probado nada en días. Después, se sentaron a platicar con el señor y su esposa.

La tarde iba cayendo y los coyotes comenzaban a aullar. La luna comenzó a asomarse en el cielo. Parecía que los hombres no tenían prisa por marcharse, pues se veían cómodos en la casa del señor y su esposa, quienes les prepararon un catre con ramas de cachanilla para que los forajidos pudieran dormir.

Pozo de las Cadenas en Tecate. Foto-Web

Muy avanzada la noche, se escuchó un grito que resonó por el valle.

Nadie sabe ciertamente qué pasó, pero algunos cuentan que los hombres habían llegado ahí solo para robar la casa del viejo matrimonio.

Los supuestos forajidos golpearon y amarraron con cadenas al campesino, para luego llevarlo al pozo donde les había dado agua y arrojarlo al fondo. El hombre cayó al agua con un grito de terror.

La luna, la única testigo de aquella crueldad, no pudo hacer nada para salvar al señor. De aquellos malvados hombres y de la pobre esposa del campesino, nunca se supo más.

Casa del matrimonio campesino. Foto-Web

Desde entonces, hay noches en que se escuchan ruidos extraños en el pozo. Algunos dicen que son los lamentos del hombre muerto, que llora y arrastra sus cadenas mientras busca a su esposa desaparecida.

La gente que pasa por el pozo muy de mañana suele ver unas huellas encadenadas alrededor del borde. Estas huellas son una prueba de que el hombre muerto sigue vagando por el mundo, tal vez buscando venganza de los desalmados que lo mataron.

Pozo de las Cadenas. Foto-Web

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