A diferencia del pan de muerto que se elabora en la mayor parte de México (redondo, con “huesitos” de masa y azúcar espolvoreada), en Miahuatlán, Oaxaca, el pan adquiere un toque un poco más humano, pues aquí, el pan se decora con una carita moldeada a mano que representa el alma de la persona a quien se dedica la ofrenda…
Cada rostro se hace con paciencia; los artesanos utilizan masa de pan de yema —preparada con harina, huevos, manteca y azúcar— y la moldean con los dedos, dándole ojos, nariz, boca, cabello y mucha expresión. Después, las piezas se hornean hasta adquirir un tono dorado, que les da vida.
Las familias elaboran cientos, incluso miles de caritas durante las semanas previas al 1 y 2 de noviembre. Algunas las colocan sobre los panes que preparan para sus propias ofrendas; otras las venden en el mercado o las envían a comunidades vecinas, donde son muy apreciadas.
De acuerdo con algunos productores locales, Miahuatlán fabrica alrededor de medio millón de caritas para el pan al año, lo que no solo mantiene viva la tradición, sino que también genera ingresos importantes para las familias panaderas durante la temporada de Día de Muertos.
Más que un ADORNO: Un SÍMBOLO
Las caritas no son simples decoraciones; cada una representa la presencia del ser querido que ya no está. En la ofrenda, la figura simboliza el alma que regresa durante esos días y se convierte en una manera de rendir homenaje. Y es que en las creencias oaxaqueñas, el pan es un elemento sagrado, pues simboliza alimento, unión y recuerdo. Pues al añadirle una carita, el acto de ofrecerlo se vuelve más personal: el pan “tiene rostro”, y con ello se reconoce la vida del difunto.
Para muchos habitantes de Miahuatlán, esta práctica no solo tiene valor espiritual, sino también emocional. Elaborar las caritas es una forma de recordar a sus ancestros y de mantener vivas las enseñanzas de sus padres y abuelos, quienes transmitieron el oficio desde generaciones atrás.
Quienes se dedican a este oficio no solo buscan vender pan, sino compartir un pedazo de su historia con cada figura que crean. Para ellos, cada carita tiene una intención especial: algunas muestran expresiones serenas, otras alegres o melancólicas, como si cada una tuviera una vida propia.
Un ARTE que enfrenta RETOS
Aunque las caritas en el pan de muerto son parte del orgullo oaxaqueño, esta tradición también enfrenta desafíos. Los incrementos en los precios de los ingredientes, la falta de apoyos para los pequeños productores y la competencia con panes industriales son obstáculos constantes. Además, la migración de los jóvenes representa un riesgo para la continuidad de la costumbre.
Muchos de los panaderos actuales heredaron la técnica de sus padres, pero temen que las nuevas generaciones no quieran seguir con el trabajo artesanal. Aun así, los oaxaqueños de Miahuatlán se resisten a dejar morir su tradición.
Algunos han comenzado a modernizar la producción sin perder la esencia: utilizan empaques especiales para transportar las caritas a otras regiones, promueven su venta en ferias gastronómicas y hasta las muestran en redes sociales para que más personas conozcan su valor cultural.
Las CARITAS en el PAN de MUERTO trascienden
Hoy, las caritas en el pan del muerto de Miahuatlán han trascendido fronteras. Se han convertido en símbolo del ingenio oaxaqueño y en una expresión artesanal que combina lo espiritual con lo cotidiano. Su difusión en ferias, exposiciones y redes ha permitido que más personas descubran esta costumbre que da rostro a los difuntos y vida a la memoria.
Así, en cada pan con carita horneada en Miahuatlán, no solo mantiene viva una receta ancestral, sino también una manera de entender la muerte con ternura, recuerdo y respeto. ❖
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