En mis últimas vacaciones me fui a uno de mis lugares favoritos del mundo, la playa del amor LGBT en Zipolite. Estoy hablando de una playa escondida en las costas de Oaxaca, entre Puerto Escondido y Huatulco, la cual fue considerada como un destino hippie por varias décadas.
Una playa a la que llegaban jóvenes intrépidos de México y del mundo entero, con el objetivo de relajarse en todos los sentidos y de disfrutar entregándose a todos los placeres de la vida.
Zipolite es lo más cercano al paraíso…
El hecho de que no sea tan turístico y que se atasque sólo en semana santa y navidad lo vuelven más interesante. El resto del año se encuentra prácticamente vacío. Pareciera un pueblo oaxaqueño común y corriente de pescadores y artesanos.
Como diría un amigo muy cercano: “me fascina la magia del lugar, esa sensación de volver al pasado, de estar en un lugar donde el tiempo no ha transcurrido”.
En Zipolite la velocidad del tiempo es diferente, todo es más lento. La gente vive mucho más tranquila, sin prisas, todo a su tiempo y a su ritmo. Cambiar el switch nos es difícil a los citadinos que estamos tan acostumbrados a andar todo el tiempo a las carreras de un lado a otro.
Antes de las 10 de la mañana todo está cerrado y después de media noche también.
La tranquilidad y calma se viven en Oaxaca
Recuerdo la primera vez que llegué, me desesperaban mucho los locales, más a la hora de comer, cuando había que esperar más de media hora para conseguir una tlayuda (uno de los platillos típicos oaxaqueños).
Esto es algo que forma parte de la experiencia de Zipolite, un lugar amigable con la comunidad LGBT.
Era increíble ver que las señoras que atendían el changarro trabajan sin un orden, sin un proceso, con toda la calma del mundo.
Sin importarles que los clientes se desesperaran y se fueran, las señoras simple y sencillamente hacían lo que podían.
Una playa ideal para la comunidad LGBT
Definitivamente una de las características de Zipolite, es que no es una playa para niños, es para la comunidad LGBT y personas mayores a 18 años.
El ambiente sigue siendo muy hippie y a mucha gente le gusta asolearse desnuda. Todo el tiempo hay borrachos y enfiestados por todas partes.
El común de los turistas son jóvenes, casi todos de la Ciudad de México o extranjeros, que en su mayoría van a acampar o a dormir en hamacas de 30 pesos ($2USD).
Cada noche de la semana santa hay un rave que acaba hasta después del amanecer.
Por lo tanto, es común que los jóvenes bajo una previa alteración de los sentidos se den la oportunidad de amanecerse bajo un impresionante firmamento de estrellas todo en Zipolite.
¡Un gran ambiente!
Es increíble experimentar el momento con todos los sentidos, sintiendo la arena fresca en los pies, escuchando las olas del mar y viendo cómo la luna llena ilumina la noche hasta que llegue el alba.
Pintando el cielo de esas preciosas tonalidades de rojo, azul y naranja reflejadas en el precioso azul del mar.
Desde el punto de vista LGBT friendly, Zipolite es una maravilla. Yo podría estar seguro que es tan gay como Puerto Vallarta, pero sin toda la pose.
Aquí encontramos un ambiente de mayor fraternidad y la “buenaondez” que en cualquier otra playa mexicana que te puedas imaginar.
En Zipolite toda la comunidad LGBT terminamos interactuando de alguna u otra forma, más en la Playa del amor o en la playa que está frente al hotel el Alquimista, del otro lado de las piedras.
De este Hotel no voy a hablar mucho porque corro el riesgo de que la próxima vez que vaya no encuentre habitación, lo cual podría ser catastrófico.
Sólo les digo que la comida, los vinos, el ambiente y la vista al mar desde la alberca vuelven este lugar un paraíso.
Siéntete libre y tranquilo
En lo personal, es la tercera vez que voy y siempre me ha encantado lo relajado que uno puede llegar a estar ahí.
Es inmensa la cantidad de nuevos amigos que uno puede encontrar, además, es uno de esos lugares en donde se puede estar en los brazos de la pareja con toda tranquilidad sin ser discreto todo el tiempo por no violar las buenas costumbres de la familia que está en la sombrilla de a lado.
Puedes relajadamente tomarte una botella helada de vino espumoso, mientras observas como cambia de colores el cielo al irse escondiendo el sol en el horizonte.
El clima, el mar, la comida, la fiesta, y el ambiente es increíble, pero lo mejor y que honestamente más me gustó, son los precios.
En verdad sorprende lo estúpidamente barato que salen las cosas.
Razón de sobrepeso para que no dejes pasar la siguiente oportunidad que tengas para visitar este lugar que te aseguro jamás olvidarás.
Para leer mas de Carlos Navarro checa su blog y recuerda, #Nuncadejesdeviajar.