Existe una popular leyenda noruega que explica por qué el mar es salado. Se llama ‘leyenda del molino de sal’. Aunque existe una versión diferente en forma de cuento, que cambia algunos personajes e incluye una trama algo más compleja.
Nos centraremos ahora en esta famosa leyenda que, por supuesto, nos habla de valores esenciales, como el de la avaricia o la falta de prudencia.
Hace mucho tiempo…
Existió hace mucho tiempo en el norte de Europa, un navegante de buen corazón, pero bastante ambicioso. Este capitán, pagaba bien a sus hombres y siempre tenía en mente algún nuevo proyecto.
Un día, desembarcaron en un pequeño puerto de Noruega. El capitán del barco se fijó en un anciano de larga barba blanca y gorro de lana tupida bien calada hasta las orejas. Vendía en el mercado enormes bloques de sal.
Decidió comprarlas todas. ‘Me darán mucho dinero por la sal en otros lugares’- pensó. Tuvo que pedir ayuda a su tripulación para trasladar los pesados bloques hasta la bodega del barco. El problema era, pensó después, dividirlos en bloques pequeños… Aún así, partieron al día siguiente.
El capitán estaba contento con su nueva mercancía. El día era fantástico y el mar estaba en calma, pero al cabo de muchas horas, se levantó una tempestad, y el barco, zarandeado con fuerza, terminó a orillas de una extraña isla.
El capitán desembarcó allí junto a unos cuantos grumetes. Se adentraron en un bosque, sigilosos, y pararon al escuchar un extraño sonido. ‘Griiii, griiii, griiii’, se oía.
La leyenda del molino de sal y un barco hundido
Se acercaron a escondidas y de pronto vieron a un mago, que usaba un extraño artilugio para partir piedras sin tocar nada. Era un molino. El mago echaba las piedras y solo decía:
– Muélete que te muele, muélete que te muele…Y las piedras salían del molino convertidas en polvo fino.
– Ese cacharro debe ser mío- dijo para sí el capitán del barco- Con él podrá transformar en grano los bloques de sal que compré, y podré venderla en pequeñas cantidades, en saquitos.
Así que esperaron con paciencia a que el mago se fuera. Y en cuanto el molino se quedó solo, se lo llevaron hasta el barco y partieron de nuevo a alta mar.
¡Qué contento estaba el capitán! Ya en la bodega, al día siguiente decidió poner en marcha el molino de sal. Metió el capitán un enorme bloque de sal a esa extraña máquina y pronunció en voz alta las palabras que había oído decir al mago: – Muélete que te muele, muélete que te muele.
El molinillo comenzó a funcionar y efectivamente, el bloque de sal empezó a triturarse. Salía la sal más fina que la arena de la playa. – ¡La de saquitos de sal que podré vender! ¡Me haré rico!- exclamó el capitán eufórico.
Sin embargo, el molino no dejaba de moler y él no sabía cómo pararlo. La sal comenzó a inundar la bodega y tuvo que salir de allí. Pronto empezó a inundar toda la cubierta, y tanto tripulantes como el propio capitán, tuvieron que saltar.
Consiguieron llegar a nado hasta una orilla no muy lejana, y desde allí vieron cómo el barco se hundía sin remedio. Cuentan que desde entonces, el mar comenzó a ser salado, porque el molino, hundido en las profundidades del océano, no cesa nunca de moler sal.
¿Que opinan, viajeros? Sin duda la leyenda del molino de sal nos deja muchas enseñanzas, y es una muy buena narrativa para responder a la pregunta, ¿por qué el mar es salado? #Nuncadejesdeviajar!