Cada año viajo fuera de México con la esperanza de comprender más a la gente con la que comparto este hermoso aunque complejo mundo, es por eso que decidí aventurarme en una experiencia por Ámsterdam y mostrarte qué hacer en esta increíble ciudad.
Ámsterdam, una ciudad única en el mundo.
Tiene más canales que Venecia —de ahí que, gracias a los 160 que tiene, se le denomine coloquialmente la “Venecia del norte”—, más cafés que Viena y más puentes que París.
Pero lo más importante es que Ámsterdam es la capital mundial de la tolerancia, el liberalismo y la diversidad; aunque dichos conceptos estén en entredicho actualmente.
En la calle percibo señales que confirman lo referido: parejas del mismo sexo que pasean a sus hijos; carriles, ciclistas y bicicletas; prostitución y consumo de drogas regulados y legalizados.
Mientras camino a lo largo de la Avenida Damrak, la calle comercial por excelencia de la ciudad, desde la Estación central de trenes hasta la amplísima Plaza Dam, me interno en cada tienda que encuentro.
Contemplo por un instante las edificaciones más emblemáticas del centro histórico, donde palomas y turistas concurren:
El Palacio Real, la Iglesia Nueva, el Museo de Cera de Madame Tussaud, el NH Grand Hotel Krasnapolsky, la tienda departamental Bijenkorf; así como el Monumento Nacional, construido en 1956 en memoria de las víctimas de la Segunda Guerra Mundial.
Llévate un souvenir a casa
En los comercios abundan los recuerdos de la ciudad: desde los típicos llaveros, playeras, sudaderas, platos, vasos… con “tres letras equis”, hasta algunos que esbozan sonrisas en los compradores.
Como las carteras, gorras con el símbolo de la marihuana, o las pantuflas peludas amarillas, anaranjadas y rojas que semejan uno de los símbolos de esta nación: los suecos, klompen en neerlandés.
La “heroica, resuelta y misericordiosa”, es lema del escudo de Ámsterdam el cual posee tres cruces blancas y no tres equis, como yo había supuesto; “las cruces de San Andrés”, apóstol martirizado.
Por un momento pensé que las cruces aludían a la “clasificación” de los tópicos de este sitio, y a su carácter permisivo, pero me equivoqué rotundamente.
Conoce el mercado flotante de flores
Visitar el mercado flotante de flores, Bloemenmarkt,” el cual se encuentra sobre el margen del canal Singel, ofrece una amplia variedad de plantas, semillas y flores, entre ellas, “la flor de Holanda”, el tulipán.
Cuyo nombre significa “turbante” y remite a la forma que adopta la flor cuando está cerrada. Así como a su origen en las montañas Pamir e Hindu Kush en las estepas de lo que hoy es Kazajistán.
Hay un anécdota que no sólo se relaciona con el tulipán, sino que lo trasciende y lo convierte en un fenómeno especulativo que desembocaría en una crisis económica.
Corría el año de 1634 en los Países Bajos y el entusiasmo por cultivar esta planta era tal que se le conoció como “tulipomanía”: había tipos raros de esta especie que podían costar lo mismo que una granja, una casa o algunos caballos.
Zona Roja
Después de escuchar el nombre de Ámsterdam, las prostitutas y la marihuana son las primeras palabras que concibe la mente del extranjero.
La Zona roja —término polisémico y lúdico, en este caso— se ubica en el centro de la ciudad, en las calles Warmoesstraat, Zeedijk, Nieuwmarkt, Kloveniersburgwal y Damstraat.
Los letreros de neón me indican la entrada al Red Light District, y la emoción se apodera de mí a medida que me acerco.
Penetro las callejuelas atestadas de turistas. Sorteo a la gente, ansiando ver a las mujeres exhibiéndose detrás de las vitrinas: los escaparates con cortinas y luces rojas de fondo —se estima que en esta área hay 300 locales.
En el país del que provengo, el sexo —a pesar de lo que se pregone— sigue siendo tabú, y la prostitución está criminalizada.
En cambio, en Holanda es legal y está regulada por el gobierno. Se prohíbe fotografiar o filmar a las prostitutas —hay muchas extranjeras que ejercen este oficio sin que sus parientes lo sepan—, pero la gente siempre encuentra el modo de hacerlo.
Conoce mas sobre Ámsterdam
Originalmente, “los muellecitos” era el lugar donde confluían los marineros, después de largas temporadas en altamar.
Encontraban desfogue y consuelo en los burdeles y tabernas. Los farolillos rojos que originaron la fama del lugar eran empleados por las mujeres para identificar su negocio e invitar a la clientela.
En el mes de marzo de 2007, se instaló una estatua de bronce llamada “Belle”, frente a la Oude Kerk o Iglesia antigua para homenajear a las prostitutas del mundo.
Se trata de una mujer parada bajo el marco de una puerta, a cuyos pies se lee la inscripción: “Respeto a todas las trabajadoras del sexo de todo el mundo.”
La cannabis es legal…
En 1961, Kees Hockert identificó un vacío legal en el código penal holandés: estaba prohibido poseer hojas secas de cannabis, más no cultivarlas.
Desde entonces, los Coffee-shops han proliferado en el país, primordialmente en Ámsterdam, donde se estima que hay 300.
La legislación vigente prohíbe a los dueños de estos comercios vender más de 5 gramos por persona, y poseer más de 500.
Quizá haya sido una mala decisión, ya que a partir del 2012 se prohibirá la entrada de los turistas a los Coffee-shops, tema que ha suscitado el debate ya que 70 por ciento de los “parroquianos” de estos negocios son extranjeros.
Vuélvete un experto en diamantes
La Plaza de los museos debe su nombre a los diversos museos que la rodean —en realidad no es una plaza sino la explanada más grande de la ciudad que ha costado muchísimo a los moradores:
El Rijksmuseum, Museo del Reino, el Museo Van Gogh, el Museo Stedelijk de arte moderno, el Concertgebouw, la Sala de conciertos y la compañía Coster Diamonds.
Este ultimo lugar es donde se explica todo lo referente a la talla de diamantes en tanto permanezco encerrado y vigilado por “mi seguridad” durante la exhibición del catálogo de la empresa.
Y afuera, después de vivir en la irrealidad de la industria de los diamantes certificados por un instante, vuelvo a mi existencia, y me siento a la orilla de una fuente enorme, y en silencio admiro la fachada del Museo del Reino mientras leo la frase “Iamsterdam”.
Escultura gráfica donde los turistas se fotografían, y asimilo que aquí los términos no son sino juegos de palabras.
De ahí me embarco por el río Amstel, que también es el nombre de una célebre marca de cerveza que pertenece a la fábrica Heineken.
Las bicicletas son un estilo de vida
Entre barcos, cervezas, canales… ¡Ah, tanta agua!, resulta difícil no evocar el Bateau ivre, barco ebrio, de Arthur Rimbaud: “Et j’ai vu quelquefois ce que l’homme a cru voir!” (¡Y yo vi alguna vez lo que el hombre creyó ver!).
Las casas barco son otra atracción… ¡para sus habitantes, desde luego!, ya que durante el año pueden ver y fotografiar a los turistas que visitan su ciudad. Hay cerca de 2,500 y cuentan con todos los servicios de una casa normal.
Diariamente se aparcan un sinfín de bicicletas, ya en los puentes —¡y vaya que hay espacio en los 1,281 que existen: ocho levadizos!—, ya en las calles. La bicicleta es un estilo de vida tanto en esta ciudad y en toda la nación.
No hay peatones en este país sino seres mitológicos que pedalean sentados, esto se refleja en la cotidianeidad, pues la ciudad está adaptada para su uso tanto en los medios de transporte como en las señales de tráfico. Afuera de la Estación Central hay un estacionamiento gigantesco.
Para los visitantes no familiarizados con las rutas, se ofrecen diversos servicios y rutas, así como bicicletas de color y modelos diferentes a las que emplean los pobladores.
Evidentemente el robo de éstas es uno de los delitos más comunes. Aunque también es frecuente encontrar las bicicletas y los automóviles extraviados cuando las grúas los sacan del agua.
Y desde aquí navego, sintiendo el viento y el sol en mi rostro, camino simultáneamente por el Barrio Rojo y admiro el legado de Rembrandt y del desorejado Van Gogh, esperando regresar a esta región. #NuncaDejesDeViajar.