Existen ciertos lugares que por algún motivo nos sentimos atraídos como imanes aunque no los hayamos visitado, en mi caso quería tener una bella experiencia en Ensenada, Baja California.
Ya había sido mucho el tiempo de tener el destino en la mente y conforme avanzaba el tiempo mis expectativas iban creciendo, hasta que por fin un día tuve la oportunidad de organizar algo y visitarlo.
Todo empezó en el aeropuerto de Tijuana, nunca había visitado esta ciudad, a decir verdad fue algo impactante poner un pie fuera del aeropuerto y toparse inmediatamente con el muro fronterizo.
En fin, atravesamos parte de esta gran urbe con dirección a nuestro destino sobre la carretera 1D, vimos a los lejos el emblemático Arco de Tijuana y la Plaza de Toros situada justo al lado del mar.
¡No querrás parar de tomar fotografías!
Después de algunos minutos por fin estábamos en la Carretera Escénica. Y vaya que se ha ganado el título a pulso.
Tal vez debiera ser considerada un destino en si misma, la ruta serpentea las montañas y en ocasiones pasa muy cerca de altos acantilados, poblaciones pequeñas o de mega desarrollos diseñados para retirados.
Las postales que se pueden tomar con la cámara son esplendidas. Las vueltas, subidas y bajadas nos recuerdan algún juego mecánico de un parque de diversiones, sólo hay que dejarse llevar y agarrar bien el volate.
En ciertos puntos se tiene la sensación de que no hay nada más allá, como si la tierra terminara en esas montañas y el mar se prolongara para siempre, es imponente y asombroso.
Justo detrás de la última vuelta se vislumbra una bandera monumental que avisa la llegada a Ensenada, si, era como la imaginaba y mucho mejor, ya tenía muchas ganas de caminar por sus calles.
¡A catar vinos!
Pero la verdad el hambre nos vencía, así que decidimos probar las delicias de la famosa cocina Baja: tacos de pescado, tacos de camarón y ceviche.
No debemos olvidar llevar el paladar bien preparado al visitar esta parte de México, no sólo por sus platillos, sino también por sus vinos.
Esta región es la mayor productora vinícola del país, se pueden realizar catas, recorridos y visitas, además de asistir a sus fiestas de la vendimia en el mes de agosto.
Ya con el estómago lleno nos encaminamos a recorrer las calles de Ensenada, el punto que más llama la atención es el Malecón, desde ahí se pueden observar los cruceros que llegan todo el año.
Este puerto sostiene el primer lugar de llegada de cruceros en el pacífico mexicano y el segundo en el país después de Cozumel.
El malecón de Ensenada
Empresas como Carnival, Royal Caribbean, Princes y Celebrity Cruises llegan de lugares tan remotos como Hawaii y Alaska. También es el punto de encuentro de muchos yates ofreciendo una amplia oferta de servicios para el turismo náutico.
Una bandera monumental de 100 metros de altura corona el recinto portuario, pararse debajo de ella y ver al sol iluminarla es un espectáculo obligatorio para las cámaras fotográficas.
Una vez caminando por las calles de la ciudad es muy fácil darse cuenta por qué es tan diferente a otras ciudades del país, por un lado tenemos a las tiendas, anuncios y aceras que son un reflejo vivo de la cultura norteamericana.
Pero las costumbres, el sabor y las personas son tan mexicanas como el tequila. En cierto sentido es como estar en ambos lados de la frontera, el español se entre mezcla con el inglés a cada esquina.
La verdad es que la calidez de la gente provoca que desde el primer momento uno se sienta como en casa. Y así fue como gracias a la recomendación de un ensenadense decidimos trasladarnos un poco más al sur, hacia una maravilla natural fascinante; La Bufadora.
La Bufadora es una grieta en la montaña localizada justo donde las olas del mar encierran el aire a presión dentro de una cueva; al bajar el nivel de la marea este escapa a toda prisa provocando chorros de hasta 20 metros de altura.
La leyenda de la ballena petrificada de Ensenada
Cuenta la leyenda que un día se encontraban un grupo de ballenas cerca de Ensenada pero un ballenato se perdió y encalló cerca de las rocas.
Al verse desesperado empezó a arrojar chorros de agua, uno mas grande que el otro, pero con el tiempo el ballenato se terminó petrificando quedando fusionado con la montaña.
El sonido del agua chocando con el mar y la altura que alcanza el agua es impresionante, deja a muchos sin aliento y a uno que otro le saca un grito de emoción, es un espectáculo equiparable con los géiseres.
Existe una parada turística que conduce hacia la bufadora en donde se pueden comprar souvenirs, algunas bebidas o comer en algún restaurante o bar.
Disfruta de la vista incomparable del océano pacífico y deja que la paz y tranquilidad inunde tu interior.
Ensenada de alguna u otra forma termina por encantar a los que lo visitan y de mantener felices a los que ahí viven. Tal vez es la comida, la amabilidad, la naturaleza, la cultura ecológica o los panoramas. #Nuncadejesdeviajar.