El Estado de México es mucho más de lo que nos imaginamos. Acompáñanos a un recorrido por Villa del Carbón, “la puerta a la provincia” y déjate sorprender por todo lo que ofrece.
Villa del Carbón, un pueblo mágico
Llegando a Villa del Carbón nos deleitamos con todos esos olores tan distintos que caracterizan a los pueblos, el fuego consumiendo la leña, platillos cocinándose y elevando sus olores hasta despertar nuestro apetito.
Afortunadamente, las sorpresas gastronómicas continuaron en el mercado, donde los pequeños puestos de comida nos tenían preparado un banquete lleno de quesadillas de escamoles.
Mientras caminábamos, pudimos observar las tiendas de artesanías que ofrecen sarapes bordados, huaraches, sombreros, cinturones y cuero labrado.
Cada uno con figuras tan bien trabajadas, que nos costaba mucho creer lo detallistas que pueden ser los artesanos y talabarteros de la zona.
La casa de cultura
Más adelante, llegamos a su templo principal dedicado a Nuestra Señora de Francia, al preguntar a un par de ancianos que bebían pulque en las jardineras frente a la iglesia, nos comentaron que el nombre de Villa del Carbón proviene de la fama del pueblo mineral dedicado a su extracción.
Aunque hay quien también afirma que el nombre “Carbón” también hacía referencia al color moreno de la virgen.
Otros edificios que caben mencionar son la Casa de Cultura y el Palacio de Gobierno, el cual es sede de la cabecera municipal y que resalta por su bellísimo reloj.
A su alrededor se pueden observar pequeños comercios en casas de tejas.
Las presas de Villa del carbón
Los habitantes nos recomendaron ir a alguna de las dos presas que hay cerca de la villa, nos decidimos por la Presa Taxhimay.
Donde es posible pescar y degustar unas sabrosas truchas, para lo cual rentamos una pequeña lancha y empezamos a remar.
Justo cuando nos disponíamos a regresar a la orilla, vimos dos torres que salían de la superficie del agua, tal fue nuestra curiosidad que remamos hasta ellas.
Fue una verdadera sorpresa ver estos campanarios sumergidos en medio de la presa.
Ya en la orilla, nos informaron que podríamos cocinar las truchas en uno de los restaurantes cercanos.
Este pueblo nos cautivó por cada una de las bellezas que encontramos a nuestro paso, ese aire de tranquilidad en donde se respira el pino y el encino es bien característico.
Para conocer este y más lugares, #NuncaDejesDeViajar.