Jala pueblo mágico en Nayarit: Cuando suelo viajar de Tepic a Guadalajara siempre me pregunto, ¿que habrá después de los arcos que dan la bienvenida a Jala?
Al cruzar esos portales lo primero que llamo mi atención fue como las azaleas florecen al borde del camino dando la bienvenida a este mágico lugar.
Pareciera que el tiempo se detuvo respetuoso a contemplar las bellas fachadas casi intactas de casonas antiguas que tan señoriales delinean las calles empedradas que invitan a recorrerlas a pie, no pude resistir ese antojo.
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Basílica Lateranense
En el centro del pintoresco pueblo, resaltan las ruinas del “Templo Franciscano” que curiosamente fue el primero fundado en el estado de Nayarit.
Enfrente del templo se ubica una verdadera joya arquitectónica, “La Basílica Lateranense de Nuestra Señora de la Asunción”.
Con una excelente mezcla de estilos arquitectónicos y de canteras de colores verdes, rosas y amarillas le dan una presencia única a la fachada exquisitamente decorada.
En el interior del templo sobresale el imponente altar dedicado a la Virgen de la Asunción finamente tallada en madera que data del siglo XVI.
Otro espacio interesante es el dedicado a los Santos Médicos: San Cosme y San Damián, plasmados en un óleo con gran valor histórico, artístico y espiritual para todos los visitantes.
Pero no sólo los santos médicos atraen peregrinos nacionales y extranjeros, Jala es un destino importante para creyentes del chamanismo, pues sus curanderos tienen fama mundial.
Volcán “El Ceboruco”
Aquí abundan leyendas e historias de brujas, demonios y gigantes que se suman a tradicionales celebraciones como la Judea y el día de muertos, haciendo de Jala un pueblo profundamente místico.
Curiosamente me enteré en el módulo de información turística del municipio sobre la presencia de un volcán conocido como “El Ceboruco” un gigante negro cuyo nombre original era Tonan refiriéndose Tonantzin (Diosa que da luz).
Mi curiosidad despertó aún más ya que yo siendo Chef de profesión me dije, ¿por qué no intentar algo más?, y fue así que comencé a organizar un viaje para subir al volcán y lograr el reto de cocinar sobre ese gigante.
Para subir al volcán un grupo de animados amigos y yo integramos víveres que antes habíamos comprado en el mercado: ciruelas, nopales, guamúchiles y guayabas silvestres.
Después por medio de un vehículo fuimos subiendo por la brecha empedrada y en medio de la flora y fauna silvestre.
Encontramos una gran cantidad de animales entre los arbustos, matorrales y árboles de cuate, que conforme avanzábamos le daban espacio a robles, encinos y pinos, una gran naturaleza.
Al llegar a la planicie donde está el primer cráter, lo primero que hice fue revisar la temperatura de las fumarolas que desde una pequeña y empinada colina lanza bocanadas de aire caliente.
Incrédulo coloqué un huevo el cual se cocinó en 14 minutos, al comprobar la eficacia de mi nueva cocina, sin perder el tiempo, inicié las labores culinarias para preparar los siguientes platillos:
Piña rellena de pescado en erupción.
A la piña madura se le extrae la pulpa y se corta en cubos pequeños, los cuales se mezclan con dos filetes cortados de la misma manera y se salpimientan.
La mezcla se sazona con cebolla, ajo, cilantro y jengibre finamente picados y se le añade jugo de lima con licor de agave Real de Ixtlán.
Después se rellenan las piñas, se cubren con su tapa y de inmediato se cocina por 30 minutos sobre una cama de piedras que se hizo previamente sobre la fumarola.
Pechugas Volcanizadas.
Dos pechugas fileteadas y salpimentadas; se rellenan con calabacitas tiernas, salsa pomodoro, tomates verdes, cebolla, ajo, nopales y champiñones; se envuelven en hojas de plátano y se cocinan en la fumarola durante 30 minutos.
Además de los platillos mencionados, cocimos elotes y papas e inclusive un riquísimo queso fundido traído desde la sierra de Huajimic, Nayarit.
Y para hacer apetito y darnos algo de valor (pues recordemos que estábamos en un cráter) hicimos un brindis con el excelente licor de agave de la Casa Real de Ixtlán.
Mientras estaba la comida, decidimos subir a las cabañas públicas, mientras más ascendíamos, mejores vistas panorámicas veíamos.
Llegamos a la cima en donde pudimos avistar el fértil valle que se extiende alrededor de la mancha de lava negra proveniente de El Ceboruco.
La cual contrasta con verde intenso de los cañaverales y el azul de los campos de agave. Es sin duda alguna una vista maravillosa que recomiendo divisar.
Frutas de la zona
De regreso a la fumarola y con un gran apetito, degustamos los alimentos. Reconozco que subestimé la temperatura de las fumarolas pues tanto las pechugas como el pescado estaban bastante cocidas.
Al final de la comida no podía faltar el postre así que preparamos unos panes tostados, untados con la rica mermelada de jamaica que se produce en Jala,
El descenso fue otra aventura, llegar nuevamente al pueblo de Jala donde nos esperaban unas ricas nieves de garrafa. En la plaza principal hay un sin número de puestos que venden fruta fresca picada y aderezada con una rica salsa de chile y sal de mar molida en metate.
Jala es muy tradicional sobre todo cuando llega la cosecha de los enormes elotes conocidos como ¡los más grandes del mundo! cocidos tiernitos; se les pone su chilito y su limón, un rico manjar de incomparable sabor.
Cuando visites Jala no olvides probar su exquisita gastronomía; las gorditas de horno, los encanelados, los rosquetes y otras delicias más.
Fue una gran experiencia cocinar en un volcán. Definitivamente algo de nosotros se quedará en el volcán y algo del volcán bajó con nosotros y lo atesoraremos para siempre. #NuncaDejesDeViajar.