Siempre he pensado que todos tenemos un explorador interior quien desea descubrir el mundo como aquellos aventureros que fueron delatando lo exótico de América. Recién me ha pasado con la cascada o catarata Gocta, un secreto de Perú al que no todos pueden llegar… hasta ahora.
Todo empezó con un grupo de amigos quienes arribamos a Lima emocionados por conocer Perú y hacer un viaje distinto al que los viajeros tradicionales están acostumbrados.
Adentrarnos en el territorio amazónico suena toda una aventura en donde la naturaleza selvática te abraza con enormes ríos, árboles y montañas.
Todo comienza por Jaén
Para conocer este lugar tuvimos que volar primero a Jaen, en el departamento de Cajamarca, una ciudad famosa por la producción de café y arroz; pero también por ser un destino con muchas aves exóticas, los observadores llegan atraídos buscándolas, sobre todo para ver al famoso y emblemático gallito de roca.
Así que tomamos rumbo a Chachapoyas en la región Amazónica de Perú, un trayecto de tan solo 4 horas en carretera no parece ser nada pesado, sobre todo si tienes un objetivo como el nuestro: Conocer la enorme cascada, una de las más altas del mundo.
En el camino, es como recorrer el cuerpo de una enorme serpiente que vive eternamente en las montañas, lleno de curvas, pero cada vuelta era digna de una buena foto; ya sabes, al principio algo de enormes campos, pero conforme te vas adentrando a la montaña, la vegetación se vuelve más cerrada.
Suena un poco loco, pero en este camino nos acompañó un arcoíris en todo momento, era una señal de que ya estábamos en territorio amazónico.
Llegando a Chachapoyas
Escenarios increíbles nos daban la bienvenida, las montañas se iban abriendo para mostrarnos una cordillera de paredes verdes que se asomaban entre las nubes, parecía que el cielo se había caído y nosotros deseábamos saber qué tantos secretos había guardados en ellas.
Después de cruzar el río Marañón llegamos a la ciudad de Chachapoyas, una villa que fue creciendo poco a poco hasta convertirse en una bonita y turística ciudad.
Si tu idea es quedarte ahí, hay hoteles para todos los gustos y precios, además de restaurantes, tiendas y cafeterías.
Nosotros decidimos alojarnos en el hotel Casa Hacienda Achamaqui justo al pie del río Utcubamba y rodeado de increíble naturaleza que te hace sentir que estás en medio de un edén y con todas las comodidades.
Este lugar fue hacienda aguacatera y hoy se ha transformado en un hotel boutique de pocas habitaciones y servicios de primera.
Día de la aventura
Después de haber descansado como bebés emprendimos nuestra travesía muy temprano ya que nos esperaba un camino largo por andar, antes de salir desayunamos frente al río donde se ubica el hotel, el ruido de los loros y los cantos de las aves indicaban que sería toda una experiencia en medio de la naturaleza.
El pueblo al que debes llegar para vivir esta experiencia es San Pablo Gocta, ahí un conjunto de arrieros nos esperaría con sus caballos para hacer una travesía cuesta arriba de más dos horas de camino.
El tiempo apremiaba así que algunos decidieron dar marcha a pie y otros a caballo. No tardas ni diez minutos en salir del pueblo cuando ya te recibe la selva húmeda del Amazonas. Senderos llenos de tierra mojada y escalones de roca significarían un reto que debíamos enfrentar.
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Descubriendo la selva húmeda
Durante el camino la selva te deja escuchar su personalidad, aves y uno que otro ruido inesperado como cantos de sapos eran una melodía distinta a la que cualquier citadino está acostumbrado.
Todos los tonos de verde estaban reunidos en este ecosistema, árboles cubiertos de líquenes, helechos prehistóricos, flores exóticas como bromelias que colgaban de todos lados y plantas de hojas enormes, son los protagonistas de este escenario de fantasía.
De pronto, la lluvia llegó para darle ese toque a un bosque que cobra vida, que te observa, pero a la vez confía en ti, que serás respetuoso con todo lo que hay ahí, y que con la mayor provocación podría enfurecerse y no permitirte continuar el camino.
Así llegamos a un parador en medio de la montaña para descansar, apenas llevábamos la mitad del camino y la lluvia no cesaba, esperábamos juntarnos todos para continuar el paso sin rendirnos; y así fue, no queríamos que la lluvia fuera una limitante.
Armados con impermeables y cuesta arriba, los caballos fieles no se echaron para atrás y aunque había escalones muy altos y resbalosos seguimos con la aventura. Llegó un momento en donde cada uno de nosotros tenía su propio reto y poco a poco fuimos llegando a la cima.
Una cita con la Catarata Gocta
Era el momento de seguir juntos, pero sin los caballos, faltaba una sola peña, la lluvia había cedido, los arrieros nos esperarían bajo una choza y a partir de ahí el camino era nuestro, el aire se respira puro y fresco desde allá arriba, un ruido cada vez más ensordecedor nos llamaba “aquí te espero”, decía.
Después de subir unas escaleras de madera y un sendero más que mojado por la brisa, estábamos a una esquina para prepararnos a ser recibidos por la furia de la naturaleza.
Y ahí estaba, una cortina ensordecedora de lluvia, capas de agua simulaban un enorme manto blanco sin final. La brisa de un huracán se hacía más fuerte conforme nos acercábamos. Estábamos frente a la parte alta de la Cascada Gocta.
Inesperadamente estábamos envueltos en una cortina de aire y agua que nos llamaba diciendo “Yo soy la madre naturaleza y te estaba esperando”.
El agua se confundía en nuestros ojos con el llanto de haber llegado hasta ahí. Era nuestra recompensa, un baño frío, pero de esos que disfrutas como cuando tus padres te regañaban por mojarte a propósito.
Cascada Gogta para los que les gusta bañarse a cualquier hora ☔️#NuncaDejesdeViajar @LATAMAirlines @juliatoursmex #ExperienciaLATAM #Peru #per #PeruJuliaTours18 @peru pic.twitter.com/ItuMKxrBdO
— El Souvenir (@el_souvenir) June 20, 2018
Faltarían palabras para describir el escenario. Estábamos empapados y las nubes se habían alejado; emocionados atrapamos los momentos a gritos con nuestras cámaras y celulares. Y disfrutamos como niños las bondades del agua fría.
Gocta segunda parte
Todos sonriendo regresamos con los arrieros quienes nos acogieron con un aguardiente de caña y, mientras contábamos nuestra experiencia, ellos sabían que “nunca de los nunca” la olvidaríamos. Debíamos aprovechar la tarde para bajar al mirador, ahí donde se ve toda la caída de la cascada.
Así que tomamos fuerza para caminar y cabalgar hasta otro sendero que nos llevaría a ver nuestra cascada en todo su esplendor.
Había salido el sol y ese era nuestro regalo, un momento mágico de apreciación y de sonrisas. Las condiciones eran ideales para un momento de reflexión.
Lo habíamos conseguido, la aventura tenía su recompensa; mientras más se abría el cielo entendíamos el por qué le llamaban Catarata Gocta, porque de entre las montañas se asomaban otras 16 caídas de agua. Era el rostro de la naturaleza que nos mostraba varias lagrimas que no todos tienen la fortuna de ver.
Mojados pero felices
Nuestro regreso fue de apreciación, la selva húmeda nos tenía encantados con las gotas que reflejaban la luz sosteniéndose de cualquier hoja o rama, el sol nos mostraba unas montañas majestuosas despidiéndonos de Gocta. Nuestra exploración había terminado.
Flores del campo indicaban que estábamos regresando al pueblito, ahí agradecimos a los arrieros el compartir su tierra con nosotros, un grupo de afortunados viajeros que morían por probar un café y una comida caliente la cual nos cayó como anillo al dedo.
Gocta no es para todos, solo para aquellos que aman profundamente la naturaleza y son capaces de explorarla respetuosamente. Si eres uno de ellos, estoy seguro que tendrás la mejor recompensa cuando estés frente a la madre naturaleza.
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