¡Buenos días Río de Janeiro! Fue lo primero que dije cuando llegué a ti después de pasar la noche en el autobús. Sí, así es, esta es una Carta a Rio de Janeiro.
Aquí va una carta a Rio de Janeiro
Apenas asomé la cabeza por la ventana y pude observar la edad de tus construcciones del centro, que en comparación con las de Sao Paulo, lucían más veteranas.
Y es que recorrer tus aposentos fue lo que me cautivó a mi. ¡Qué elegante debes haber sido hace algunos años cuando la gente andaba más por esas calles que por las playas!
Por ratos pareces más joven, pero tu alma es antigua, ¿Cómo debería de tratarte? ¿De usted o debería tutearte?. Yo creo que aún no nos conocemos así que lo trataré con respeto.
Usted ha vivido muchas cosas, primero fue descubierto por exploradores portugueses para luego ser fundado en 1565, incluso fue capital de Brasil en 1822 ¿Se da cuenta cuánto ha vivido?.
Y aún así sigue tan dinámico como en sus primeros años, aunque por ratos, cuando cae el sol encima de sus edificaciones sus arrugas y grietas dejan notar su recorrido.
Al llegar a la calle donde me hospedaría…
Me di cuenta de su geografía accidentada, llena de subidas y bajadas, no sabe usted cuánto me costó llegar hasta mi destino, pero después de un gran esfuerzo lo logré.
Cuando dejé mis cosas en la habitación, salí a la terraza y lo observé impresionada desde lo alto, podía ver a lo lejos su fantástico litoral.
Su deslumbrante Sol que me quemaba animándome a salir rápidamente a disfrutar de sus playas.
Cuando salí del metro, no sabía dónde estaba la playa, fue cuando me percaté que la gente a mi alrededor estaba semidesnuda.
Así que no hice más que seguirlos en su andar ya que estaba segura que me llevarían a ella.
Carta a Rio de Janeiro, ahí estaba la playa de Ipanema.
Tan famosa que todos sueñan con pisarla alguna vez en la vida. Su arena blanquita y grumosa fue lo primero que sintieron mis pies y conforme me iba acercando empecé a ver el mar azul clarito. Ahí donde se perdía el horizonte y se confundía con las montañas.
Esta playa de Río de Janeiro emblemática tan llena de gente, parecía una gran feria; comerciantes que iban y venían ofreciendo sus productos, desde comida, caipiriñas, cervezas, hasta bikinis y pareos.
¡Qué contraste tan interesante es volver la mirada atrás! hacia los grandes edificios de color blanco que vistos desde lejos, parecían tan gigantes como las montañas.
¡No había mucho espacio para disfrutarle!.
Tenía usted cientos de mujeres tomando sol y gozando de estar contigo, ¿Qué se siente ser tan galán y tener a tantas mujeres para usted? ¿Qué siente tener tantos comerciantes caminando por ahí? ¿Le harán cosquillas?.
Y todos estos turistas que llegan a verlo solo a usted ¿Lo molestarán? ¿No se abruma de tanto ajetreo? No lo creo, seguramente está acostumbrado a que lo adoren.
Más tarde me encontré mirándole nuevamente desde arriba, desde otro ángulo, esta vez en una cima más alta.
Cada vez más cerca del famoso Cristo de Corcovado, una de las maravillas del mundo, ubicada en Río de Janeiro, Brasil.
Cuando llegué a la cima tropecé con aún más gente de la que esperaba, así que decidí alejarme un momento de todo ese tumulto y entrar un momento al corazón del Cristo de Corcovado.
Debajo de esta gran escultura hay una capilla pequeñita y bonita, ahí decidí dejarme llevar un momento en ese silencio momentáneo y utilizarlo para pensar en usted.
Al día siguiente…
Mi hermana y yo nos despertamos temprano y decidimos ir a una playa diferente, Praia do Flamengo, quería ver el famoso Pan de Azúcar, ya me habían dicho que era una playa muy tranquila, así que fui muy decidida a tomar unas buenas fotos.
Déjeme decirle que no esperaba ver lo que me topé ese día, ni pensaba conocerlo en ese momento, de alguna manera creí que no lo iba a llegar a conocerle del todo.
Pero cuando estuve en el malecón de Río de Janeiro, muy cerca a la playa por fin lo pude ver en todo su esplendor. Me pregunté si tanta belleza era posible o si eras solo un espejismo. La cita que había estado esperando con tantas ansias, al fin llegó.
Ahí estaba usted, muy bien vestido de color blanco con una rosa roja en su solapa, me esperaba en silencio pero con una mirada profunda, esa mañana viajé por su corazón y por fin nos conocimos.
¿Ahora podría tratarte de tu?
Eres como un hombre difícil de conocer, que revela poco pero cuando al fin se deja ver, deslumbra como el mismisimo atardecer.
Rio de Janeiro, elegante, místico y caballero, gracias por dedicarme “Aguas de Marco” antes de partir a mi siguiente destino.
Créeme que esa canción llegó en el momento preciso y ese momento que tuvimos no lo olvidaré jamás.
Gracias por tanto. Te dedico completamente una carta a ti; una carta a Rio de Janeiro. Recuerda #NuncaDejesDeViajar.
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